The Time of the Doctor (by Lya)

Se terminó. Un año de auténtica locura para los whovians. Auténtica y, quizás, demasiada. Nueva companion, nuevo Doctor, aniversario, regeneración, despedida. Creo que no nos van a venir mal los meses que tenemos por delante hasta el inicio de la octava. Espero, sinceramente, que nos aburramos mucho, que no haya noticias y que nos dé, nos den, tiempo para asimilar, pensar y, sobre todo, tranquilizarnos. Como espero que la era Capaldi sea sinónimo de madurez. 

Doctor Who es una serie para niños (se supone) que es altamente disfrutable por los adultos. Por su tono, por las bromas, por los planteamientos espacio-tiempo, vida eterna, soledad, amistad, todo nace y todo muere. Lo que no es, ni debe ser más, en mi modesta opinión, es una serie carne de teenfandom. Carne de suspiros, lloros, histerias, y posturas enfrentadas y radicales basadas en las revoluciones hormonales propias de determinadas edades. No. O no tanto, al menos. No debe confundirse a todo el fandom de Doctor Who con esa parte. Parte respetable, pero no verdadera.

Por eso, espero y deseo, que Peter Capaldi haga criba dentro de los fans. O mucho me equivoco o esa fue una de las intenciones principales de su elección. Una vez más, gracias, Moffat. 

¿A qué viene todo eso, diréis? Pues otra vez a la eterna polémica entre fans RTD-fans Moffat. Ya lo he dicho muchas veces, cada cual tiene su opinión y no hay verdades absolutas. Cada época tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, pero llegar al insulto, al odio y a la provocación constante no es propio ni digno de una serie como esta. Ayer decía mi compañera Emma en tuiter que los fans de Moffat son haters de la era RTD. Yo le dije, y así lo creo, que, primero, no todos (yo no odio la era RTD, todo lo contrario), y que, además, al revés sucede exactamente lo mismo. Algunos fans RTD no le pasan ni una a Moffat, mientras le disculpan todo a Russell. 

Lo digo y lo repito: yo no odio la era RTD. Me gustan muchas cosas de aquellos capítulos. Adoro a Eccleston más de lo que soy capaz de confesar y me fascina Tennant. La tercera temporada me parece una obra de arte y muchos de mis episodios favoritos son de entonces. ¿Cómo podría odiar nada de aquello? No, no lo odio. Pero prefiero a Moffat. Creo que aquello, la era RTD, fue necesario en su momento y que estuvo bien, pero que la serie necesitaba la visión moffatiana, mucho más ambiciosa y arriesgada. Sobre si esta visión está durando demasiado o no, habrá que opinar cuando veamos la octava temporada, porque lo justo era que ocurriera esto, que Moffat acompañara a su Doctor hasta el final y que cerrara sus tramas. A partir de ahí, veremos qué pasa. 

Y, en fin, esto iba a ser una crítica sobre el capítulo de Navidad. Así que allá voy. Lo he visto dos veces y me mantengo en la sensación inicial que me dejó. Algo falla y que creo que ese algo es la forma, no el fondo. Me explico: no me gusta el rollo del pueblo llamado Navidad. Durante tiempo nos vendieron Trenzalore como un lugar tenebroso, oscuro, que significaba la caída del Undécimo (o del Décimotercero, más bien), y, de repente, se convierte en un encantador pueblecito con habitantes vestidos de campesinos rusos donde no se puede mentir. Porque ni hay una isla llamada Pascua, ¿por qué no va a haber un pueblo llamado Navidad?

Moffat, dime que tenías escrito el capítulo y que, de repente, te dijeron en la BBC que iba a ser especial de Navidad. Dime que tuviste que meter el tema navideño por algún lado y que no te quedó otra más que hacer esto. Dí-me-lo. Necesito oírlo. 

Tampoco me gustaron las escenas familiares de Clara. Con un padre que no se parece al que ya nos presentaron, una abuela que pretendía resultar emotiva y lo que provocaba era vergüenza ajena y la típica conversación sobre novios con la ¿tía?, ¿madrastra? Todo muy tópico. Parecía el canon a pagar por emitir un capítulo así -de regeneración- en el día de Navidad. "Vale, os vamos a hacer llorar, pero, para que no digáis, también os mostramos una típica escena navideña en una casa como la vuestra, para que sonriáis y tal, que no somos tan malos, venga".

Todo en un edificio que Rose conoce bien. Guiño de Moffat a la era Russell, innecesario para mí, pero, bueno, aceptable. 

En resumen, que creo que si el capítulo no hubiera sido especial de Navidad, hubiera sido más coherente. Tanta historia navideña rompía el ritmo y provocaba cambios muy forzados. In my opinion. 

El resto del episodio, tema navideño aparte, me convence. Me parece magistral el cierre de las historias y genial la resolución al problema de las regeneraciones. Lloré a mares en el momento final, me pareció perfecto que apareciera Amy (no me gustó como companion, pero hay que ser generosos y pensar en lo que significó para el Doctor) y me encantó lo de 'totally married her' en referencia a River. Me gustó que los daleks tuvieran un protagonismo especial y que ya recuerden al Doctor (Moffat arregló el desaguisado del capítulo del soufflé con una línea de guión, qué valor le echa). Temblé de miedo, como siempre, con los weeping angels. Y, sobre todo, me enterneció mucho la historia de Handles, me recordó a Robinson Crusoe con Viernes. 

Finalmente, llegó Capaldi. Un Doctor sin numeración definida, porque no sabemos si llamarle Fourteenth o Twelfth. O First. A fin de cuentas, es un nuevo ciclo. Un nuevo inicio. Tan inicio que parece haber olvidado cómo pilotar la TARDIS...

Para el futuro nos queda un Doctor por descubrir, Gallifrey... una companion (o associated) que no sabemos cómo llevará la desaparición del Doctor al que adoraba y que consiguió su número de teléfono de una señora en una tienda que seguimos sin saber quién es. 

¿Queda mucho para septiembre, no? He empezado a escribir esto pensando que este tiempo de espera nos vendría bien, pero ahora, repasado todo, o casi todo, no, no quiero. ¡Quiero ver la octava yaaa!

¡Hola, Doctor!