Esta entrada es spoiler-free…
hasta cierto punto. Si se lee conociendo la serie, mucho mejor J
Cuando uno se ve absorbido por
ese huracán que es Doctor Who, tarde o temprano termina por posar la vista en
su peculiar spin-off: Torchwood. Una nueva perspectiva de su universo que en palabras del propio
Russell T. Davies, el genio tras la máquina, intenta plantearnos una visión un
tanto más adulta que las aventuras del Doctor. La voluntad de transgresión, tal
vez de provocación, están ahí desde el primer momento, y no hay mejor prueba
que el protagonismo que se otorga a la irrefrenable líbido del capitán Jack
Harkness, para quien aparentemente, enlazando con su estética militar, “todo
agujero es trinchera” (y no sólo en época de guerra).
A unos puede gustar más o menos
esta vuelta de hoja; hay quien prefiere las primeras temporadas, quienes se
rinden ante ese magnífico círculo narrativo que es Children of Earth… pero
parece que entre los aficionados a Torchwood sí que hay un consenso unánime, se mire por donde se mire: todos
parecen odiar Miracle Day. La cuarta temporada, que trasladó la producción, así
como el mismo escenario de la serie, a Estados Unidos, concretamente a la
cadena Starz. Oh, shit. Naturalmente todos nos llevamos las manos a la cabeza.
No puede haber nada peor que los irrespetuosos dedos yanquis emborronando el
siempre cuidado producto británico…
Los cambios de estilo son más que
evidentes si los comparamos con las temporadas anteriores, y sí, parece que
gran parte de ellos están influenciados por ese traslado a EE.UU. (que coincide
también con el cambio vital del propio
Davies: el guionista decidió mudarse allí al final de la cuarta temporada de
Doctor Who y explorar nuevos senderos en su carrera). Como parte de ese 0,001%
de whovians que no escupe y maldice cuando escucha el nombre de Miracle Day,
sino todo lo contrario, quiero aprovechar estas líneas para intentar romper una
lanza a favor de ella. Gran parte de los improperios que recibe por parte de
los fans son inmerecidos… y es que, al igual que hicimos cuando comenzamos a
ver Torchwood, tan diferente en su desarrollo a Doctor Who, es necesario
ajustarnos un poco las gafas y ver las cosas desde la perspectiva adecuada.
El gran problema de Miracle Day
tiene un nombre: Children of Earth. Vaya por delante que la tercera temporada
de Torchwood, esta miniserie de cinco capítulos que supuso una redención a
nivel de audiencia en la BBC, es de lo más redondo y brillante que ha dado la
televisión en la última década (y eso por no exagerar e irnos todavía más
atrás). Si las comparaciones son odiosas y peligrosas, más aún en este caso.
Miracle Day no es Children of Earth… pero es que no pretende serlo, en el
fondo. Mientras que la primera explora conceptos éticos y morales muy
concretos, Miracle Day abre mucho más el espectro y muestra aquello que toda
buena historia de ciencia ficción tiene la obligación de darnos: un punto de
inflexión tremendamente significativo, capaz de alterar por completo la vida
sobre la Tierra y de configurar un nuevo panorama a todos los niveles. Y a
partir de ahí, la historia.
Ése es el principal valor de
Miracle Day, el punto en el que tenemos
que situarnos. Más allá de su relación con las anteriores temporadas, con
Doctor Who o incluso con el estilo narrativo de Russell T. Davies. Es ciencia
ficción al más puro estilo, de ésa que se dio en llamar “ficción especulativa” en
los años setenta, con la voluntad de justificarse innecesariamente, y también de
esa tendencia que hoy en día algunos llaman “ciencia ficción de los próximos
cinco minutos”, haciendo alusión a que se sitúa en un contexto no futurista
sino muy próximo a nuestra realidad. Así pues, contemplando Miracle Day desde este
ámbito… ¿qué punto de inflexión puede haber más impactante, más sobrecogedor
que el hecho de suprimir la muerte?
Hay muchas, demasiadas historias
en las que la inmortalidad se contempla como un don. Como algo deseado, un
alivio para la agonía que nos supone lo inexorable, teniendo en cuenta que la
muerte es el único temor que nos une a todos como especie, más allá de nuestras
diferencias incontables. Pero no hay tantas historias, o al menos no si nos
vamos a lo que nos ha dado la televisión reciente, que nos muestren todas las
consecuencias que puede tener este anhelo convertido en realidad… y que dejen
en evidencia que no, no es precisamente algo que debamos desear.
Miracle Day
hace un recorrido muy completo,
impecable, por todas las capas de nuestra sociedad, y nos muestra de forma muy
creíble cómo reaccionaría ésta y se configuraría ante un cambio de semejante
calibre. Desde la política hasta la religión, pasando por la economía, los
medios de comunicación, la sanidad… y por supuesto sin dejar de echar un
vistazo a la angustia vital. Es magnífico ese momento en que se nos explica que
la gente sigue buscando una huida del mundo, ya no mediante el suicidio, que no
tiene sentido… pero sí haciendo todo lo posible por entrar en un coma del que
no puedan despertar.
En esto vemos que nuestra esencia
como seres humanos no cambiaría demasiado. Y sobre todo que una situación tan
desesperada llevaría a medidas que nos hacen estremecer con sólo pensarlas, y
que dejan a algunas de las políticas actuales a la altura del betún. No son
pocos los momentos en los que vemos Miracle Day con un nudo en la garganta, y
es que la serie no se corta un pelo a la hora de mostrarnos la crueldad, la
fuga de valores que aparecerían inevitablemente en una sociedad que ha perdido
de la noche a la mañana esa única certeza que tenía la vida hasta entonces.
Otra de las grandes críticas que
se suele hacer, por parte de los fans, se refiere a los personajes. Sobre todo
a las nuevas incorporaciones, que entroncan directamente con ese espíritu norteamericano
que tantas veces vemos (y denostamos) en las producciones de dicho país. Pueden
gustar más o menos, podemos sentir mayor o menor empatía… pero, por suerte, ahí
tenemos a nuestros viejos conocidos, Jack, Gwen y Rhys, que no han perdido un
ápice de su carisma ni han mudado su personalidad, para ejercer como el
contrapunto british. Aunque éste no
es un aspecto tan explorado como hubiera sido deseable, el contraste entre
ambas formas de entender el mundo está ahí, y desde luego resulta interesante y
nos hace esbozar una sonrisa más de una vez (que hace bastante falta ante la
atmósfera opresiva y desalentadora que rodea a la serie).
El tercer punto en el que muchos
quieren ver la mediocridad de Miracle Day es, quizás, el que resulte más
polémico. El final. No quiero desvelarlo, por si alguien se ha atrevido a leer
estas líneas sin haber visto la temporada, pero digamos que lo que suele
disgustar a los fans es su deliberada vaguedad. No hay una explicación exacta a
la que aferrarnos, sino que tenemos un cierto puntillo místico, enigmático,
contra natura, que se nos plantea como explicación. Muchos ven en ello una
tomadura de pelo, pero nuevamente volvemos a lo mismo: esto, señoras, señores y
whovians todos, es otra de las esencias de la ciencia ficción, por paradójico
que parezca.
Naturalmente estamos hablando de un género que a lo largo de las
décadas se ha ramificado y nos ha dado frutos de todas las clases y para todos
los gustos; y quizás en el terreno audiovisual estamos más acostumbrados a que
nos den las cosas claras y el chocolate espeso. Pero la vaguedad, el
relativismo, son también una parte constituyente de muchas de las historias más
emblemáticas del género, sobre todo en literatura. Esa duda que nos dejan al
final y que nos sirve para darnos cuenta de que los enigmas siguen ahí, en
cualquier mundo, en cualquier futuro, a pesar de que nos creamos los dueños y
señores de la realidad. Y es que aquí hay que citar inevitablemente la
archiconocida frase de Arthur C. Clarke, un perfecto axioma de esta idea: “cualquier
tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”.
Si después de leer esto alguien
ha parado, al menos durante unos segundos, de arrojar piedras de forma
inmisericorde contra Torchwood: Miracle Day, genial. Mi consejo va incluso más
allá: si hay tiempo y ganas, vedla de nuevo, tratando de desligarla de pasadas
temporadas e intentando ver más allá de
esos errores de guión, de esos fallos que, como cualquier otra serie, también
tiene. Disfrutad con ese absorbente y distópico escenario que nos plantea y que
tanto puede hacernos reflexionar. Y lo mismo para los neófitos, claro está. Sobre todo para aquellos que amen la buena ciencia ficción tanto como Jack a su chaqueta.
Qué bueno, gracias, Mariela!
ResponderEliminarA mi personalmente me gusta la temporada, bastante, aunque siempre por debajo de la maravillosa 3ª. El gran problema es algún personaje como el de Rex, que es totalmente insoportable (Y que encima le dan ese final...), y la falta de referencias al resto de la serie. De hecho cuando mas disfrutaba los capítulos era cuando se situaban en UK.
ResponderEliminarSu gran baza respecto del resto de la serie es su oscuridad, en la 3ª el cambio es evidente, pero en la 4ª es brutal, y hay escenas traumatizantes...
Estoy de acuero, COE es otra cosa, NO es TW. No la cuento, mis temporadas: 1 y 2. MD es mala, y punto. Como JB me encanta, quise darle una oportunidad, pero tengo las 2 primeras temporadas, Arrow, películas... para verle, no esto. A mi me encantaba el primer equipo, la única con la que nunca he conectado, y desde luego no la considero el punto de vista del espectador para nada, es Gwen. Nunca me ha gustado, y la serie esta demasiado centrada en ella. Con un prota como Barrowman / Harkness eso simplemente no es necesario. La magia de estas primeras temporadas y su equipo (Ianto / Gareth David Lloyd me ha enamorado, sin el no es TW para mi) aquí no aparece ni de lejos. Asi que no perderé el tiempo.
ResponderEliminarDecir que el corazón/ pov del espectador es Ianto. Gwen es profundamente irritante.
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