El nefasto final de Amy Pond

¡Guapa!

Los que me hayáis leído alguna vez ya sabréis lo que opino sobre Amy Pond. Es guapísima, eso no lo duda nadie pero, más allá eso, esta chiquilla resultó ser una constante sorpresa para mí. Quizá porque la compañera anterior había sido Donna, pero lo cierto es que la actitud de Amy siempre me dejó a cuadros. Durante la quinta temporada colaba, pero luego ya comenzó a cantar. Su falta de iniciativa y su alarmante ausencia de personalidad en general era algo que me impresionaba, y mucho. A veces me parecía un robot que se limitaba a abrir mucho los ojos, e incluso he llegado a apoyar las teorías que dicen de ella que, en realidad, es un agujero negro. En ocasiones le daba el pronto de ser escritora, otras de ser periodista, luego modelo (por fin una profesión creíble...) y al final, de repente, le dio el pronto de ser mami, o de llorar por no poder serlo. Muy consecuente todo. Moffat ha querido pincelar tantas cosas en Amy que al final ha terminado por dejarla totalmente desdibujada. Amy es un quiero y no puedo. Amy es un cliché. Amy es el todo y la nada. Amy es, en definitiva, una pesá.

Dicho esto, voy a tratar de contaros objetivamente (que sí, ya veréis) porque su final es soso y malo de narices:

Todo comenzó con la visita de nuestro adorable grupo de hipsters al Nueva York de los años 2012. Sí, exacto, tenían una TARDIS para explorar cualquier lugar del espacio y el tiempo, y sin embargo los destinos que se les ocurrían eran bares de chupitos en México o las zonas más turísticas de una ciudad de su propio tiempo... en fin. El caso es que se fueron a Central Park a ser monos. Es ahí donde la prodigiosa mente de Moffat decidió perder a Rory y tenerle dando vueltas todo el episodio y metiéndose en líos idiotas. ¿Nadie piensa en Rory? ¿Es que nadie piensa en Rory? También era su último capítulo, y lo único que hizo fue tomar un gran cúmulo de decisiones estúpidas. La más remarcable, para mi gusto, fue cuando llegó al edificio en que los Ángeles Llorones tenían encerrada a la gente. Lo miró, vio que era super siniestro y que el ascensor se le abría solo... y decidió entrar. ¿Hola? ¿En qué estabas pensando? Por no hablar de que, al final del episodio, por su culpa, por querer volver atrás, se fijó en su tumba y se lo comió el Ángel... todo, todo su culpa... ese no es el Rory que nos merecíamos ver en el final de ambos Pond. Pero bueno. Esta entrada era para hablar de Amy y me estoy desviando nuevamente.

Amelia. Amelia Pond. Amy para los amigos. No Williams. ¿Dónde pone Williams? Yo no veo que ponga Williams por ningún lado. Sin embargo, fijaros bien en la imagen que os pongo a continuación porque vais a quedaros ojipláticos. Mirad:

OMG

¿Por qué pone Williams? ¿Por qué nos haces esto, Moffat? Tras pasarse dos temporadas y media lanzando un mensaje tan feminista, tan tolerante, que proclamaba que la mujer no siempre tiene que ser la que cambie su apellido (una práctica típica de países anglosajones que a mí particularmente me desagrada) de repente iba y nos decía que, al final, se apellidó.... ¡Williams! ¿Cómo os quedáis? Yo, frío. Claro, ahora me diréis que en aquella época las cosas eran diferentes y todo eso, pero si hubiesen querido podrían haber especificado en los registros que querían que el apellido de la familia fuese Pond. Pero al final fue Williams, y yo sentí eso como una bofetada en la cara. Era como si lo de antes, lo de llamarlos Pond, hubiese sido solo una broma del Doctor y al final lo realmente razonable fuese que el apellido que predominase fuese Williams, el que debía ser... pues mal, Moffat, muy mal.

"Me gusta abrir mucho los ojos"

Y mejor no hablamos del tema al que estuvieron dando vueltas todo el episodio, es decir, el eterno amor entre Amy y Rory. Nos regalaron escenas preciosas, desde luego, pero creo que el hecho de que se aman ya había quedado claro desde la temporada cinco más o menos. ¿Por qué repetir otra vez la misma cantinela? El Doctor y Amy apenas tuvieron momentos a solas, o tiempos de introspección, o de charla profunda, o de... algo. Y mejor ni mencionamos las pocas palabras que se dirigieron el Doctor y Rory en su despedida. Faltaba mucho componente emocional real, solo había del efectista, del tipo "oh qué imagen tan bonita estéticamente" y "oh cómo se quieren Amy y Rory". Pues vaya.

Por si eso fuera poco, Amy fue enviada a los años sesenta... una época en la que las mujeres lo tenían muy difícil para abrirse camino en el mundo laboral -véanse Peggy y Joan en Mad Men- y, en definitiva, donde ellas en general estaban discriminadas respecto a los hombres. Moffat mandó a Amy a vivir a ese sitio, un sitio donde nunca más podría volver a ser valiente, aventurera ni libre. Por no hablar del hecho que provocó la despedida en sí. No se molestó en crear una historia detrás, algo ingenioso que uniese cabos, simplemente se sacó a los Ángeles de la manga y, ¡zas! Fuera Amy y Rory. Eso no es muy ingenioso que digamos. Y el capítulo en sí ni siquiera fue para tanto. Fue una repetición de cosas que ya sabíamos, fue un capítulo en el que vimos a River... ahí... porque sí... 

Y mejor no hablamos de LA carta. Me refiero a ese cutre-pedazo de hoja que Amy le escribió a su amigo el Doctor, en el que le declaró que a veces pensaba en él (a veces) y que se buscase a alguien más. Luego pasó a repetir lo mismo de siempre, que fue una niña muy mona, que se lo había pasado de muerte luchando contra los piratas... ¿Pero qué haces hablando de ti misma en un momento como este, alma de cántaro? Qué egocéntrica. También le dijo que fuese a ver a Amelia y le dijese... no lo sé, no lo recuerdo, qué más da, algo mono. Amy Pond le pidió al Doctor en su despedida que crease otra paradoja. Viva. Otra más. A Moffat le gusta hacer muchas, muchas paradojas para tratar de demostrar que tiene mucho, mucho ingenio. No es como que lleve haciendo lo mismo dos temporadas y nada se sostenga, pero bueno, aquí cada uno a lo suyo...

Por todo esto y más creo que la despedida de Amy, analizada en frío, es un truño como un puño. Pero bueno, ahora estamos mejor con Clarita así que estoy en paz.